¿MÁS DINERO, MÁS POBREZA?

Por Igor Ybañez Gamboa

El desarrollo económico en Trujillo crece cada día más, pero aún así no se logra erradicar con la pobreza que afecta a la ciudad. Tan sólo caminar por el Centro Histórico de Trujillo, se aprecia a numerosos mendigos que piden limosna a los transeúntes.

El número de mendigos en Trujillo ha aumentado en estos años, muchos de ellos dicen que son pobres porque no tuvieron suerte en la vida o no tuvieron la oportunidad para salir adelante.


Los indigentes en Trujillo provienen de la sierra de La Libertad y Cajamarca, muchos de ellos no tienen dinero para comer, ni para comprarse ropa, esa es la razón que salen a las calles para pedirle una colaboración a las personas que se les ablanda el corazón, al verlos sentados en el piso con sus harapos sucios y rasgados por el tiempo, se escucha una voz de tristeza llamando a una mano amiga que les colabore y dé un esperanza de vida.



La viuda, Juana Rodríguez Flores, por las tardes pide limosna en las afueras del Súper Mercado Metro, ex Merpisa, ubicado en las cuadras de la intersección Pizarro y Junín. Tuvo a cuatro hijos que fallecieron por circunstancias de la vida, además tiene dos nietos que son huérfanos y vive en una casa humilde y precaria en Florencia de Mora.




La viuda indigente de 72 años tiene dos nietos huérfanos que cuida en su hogar, Lucía y César de 11 años la primera y 8 años el segundo, ella tiene que mantenerlos para que sigan estudiando la primaria en una escuela estatal, todos los días se encomienda al señor y también dice que ojalá la suerte le ayude para que obtenga un ingreso para calmar el hambre de sus nietos que le esperan ansiosos en su casa.

“A este lugar vengo a buscar mi vida, aquí saco para comer, mantener a mis nietos y pagar la luz y agua de mi casa, pero igual no me alcanza el dinero, por eso siempre vengo a este lugar.
Yo soy natal de Huamachuco, mis suegros son de Trujillo vivieron acá junto con mi esposo pero ellos fallecieron, a mí esposo se le reventó un pulmón, trabajábamos juntos pero ahora ya no tengo quién me ayude, sólo me queda pedir la colaboración del público”, cuenta Juana Rodríguez con los ojos húmedos llenos de tristeza.

“Yo pido limosna porque no puedo trabajar, sufro de reumatismo, me duele mucho las piernas y las manos que me comienzan a arder y se me endormercen los huesos, cada dos cuadras que camino me siento a descansar, tengo que tomar medicinas para aliviar el dolor”, expresa Juana Rodríguez.



La septuagenaria también trabaja vendiendo algunas botellas y cartón que encuentra a veces tirados por la calle, junto con la limosna que pide al público, saca 40 soles mensuales, por eso hay días que tiene que aguantar el hambre con el motivo de darle educación a sus pequeños nietos.



“Cuando era adolescente y joven trabajaba pasteando animales en el campo de Huamachuco, también tenía el apoyo de los vecinos que me daban maíz, arroz y menestras, en estos momentos sólo espero que Dios, me dé el pan de cada día y su misericordia”, indica Juana Rodríguez con las pocas esperanzas que aún mantiene.


Ser pobre en este país es sinónimo de supervivencia, es como estar en una travesía con la muerte, son llamados también los excluidos de la sociedad que no tienen esperanzas para desarrollarse, es por eso que Juana Rodríguez con su poca ayuda que les ofrece a sus nietos, espera que ellas sepan valorar y ellas puedan forjar su futuro cuando la anciana no esté en este mundo.

“Hay también muchas personas que me reprochan cuando estoy acá sentada, me dicen que me aprovecho de la gente y estoy de ociosa sentada en este lugar, pero no es así, yo estoy sola sin que nadie me ayude, como sabes sufro de reumatismo y no puedo trabajar a las justas puedo coger una botella”, informa la septuagenaria.


Las esperanzas como la tiene doña Juana, son las que apacigua el dolor de muchos indigentes en la ciudad, pero muchos de ellos no saben que hacer por la tormentosa vida que llevan, por eso es que algunos sufren de demencia y deambulan en las calles sin saber por donde están yendo, es también la razón que los orates en Trujillo igual que la indigencia se incrementa al pasar de los años que aún no se encuentra una solución.



Doña Juana, anuncia que para su muerte espera encontrarse con su esposo e hijos en el cielo, que los extraña mucho, ella sólo espera encontrar la paz y tranquilidad en su vida.